Preparar un debate con los alumnos es una actividad difícil.
Buscar información, ensayar réplicas y preparar argumentos es la parte más laboriosa.
El tiempo es muy limitado y las urgencias cotidianas devoran los minutos. Nos
reuníamos cada semana y comentábamos:
-No tenemos tiempo, ¿estaremos a la altura?, ¿tendremos suficientes
datos?, ¿este dato es a favor o en contra…?
Analizamos la situación de la mujer en el mundo, la igualdad
real o legal, los jóvenes y sus ideas creativas, las estadísticas y noticias de
actualidad, los estudios y opiniones… y cuanto más buscábamos más socráticos
nos sentíamos “yo sólo sé que no sé nada”,
me decían mis alumnos, y más inquietud
nos despertaban las dudas cartesianas
que surgían cada día alrededor de nuestras certezas.
Y, sin embargo, de esas turbulencias iban surgiendo nuevos
pensamientos, no seguros y evidentes, pero sí abiertos, tolerantes y, sobre
todo, muy enriquecidos.
-Qué bueno es aprender a pensar como lo haría tu contrario. Antes lo
tenía todo claro y ahora, que no lo tengo, entiendo mejor el problema…
Al hablar y debatir entre nosotros nos sentíamos, se sentían
mis chicos, más libres y más seguros de sí mismos y en esa confianza yo pensaba
que la palabra y esta forma de educación con el diálogo nos estaba haciendo a
todos más iguales, más tolerantes y más democráticos.
Al volver de Sevilla me han dado las gracias, Judit, Paloma,
Zacarías y Miguel, por elegirlos para este torneo, por hacerlos sentir fuertes
y seguros de sí mismos.
-Pues yo ahora creo
más en que la igualdad entre hombres y mujeres es posible…
- Esta sí que ha sido
una experiencia de educación emprendedora…
- Está claro que “lo
que no nos mata nos hace más fuertes…”
Ganar el premio al Juego
limpio fue para nosotros un gran regalo , un reconocimiento inesperado y
que nos llenó de orgullo. Orgullo de ser de un centro público multicultural y
con un contexto social deprimido, orgullo por ser la primera vez que íbamos al
torneo, orgullo de que la motivación y el interés de los alumnos se vieran
recompensados y, sobre todo, orgullo por haber destacado por nuestra capacidad
de diálogo, por entender al contrario y acercarnos a sus ideas.
Los alumnos dicen que aprendieron mucho. Estoy segura de
que no se refieren sólo a ideas y teorías sino a capacidades y emociones. Y
estas dejan huellas indelebles…
María Isabel Molina
Caba
Profesora de Filosofía
y “capitana”