domingo, 26 de marzo de 2017

Fotografías IV Olimpiada Filosófica Andalucía


Fotografías de alumnos de Bachillerato presentadas este curso a la Olimpiada de Filosofía. 
El tema para la reflexión es "Nuevas tecnologías e identidad humana".
Cada fotografía lleva una pregunta que invita a pensar.




Adriana Calderón León, 1º Bachillerato



Zineb Hafib Benchougra, 2º Bachillerato



Daniela Grozav, 2º Bachillerato


Francisca Ankamaa Yeboah, 2º Bachillerato


Álvaro López Morales, 2º Bachillerato


Alina Belintan, 2º Bachillerato


Álvaro López Morales, 2º Bachillerato

EL SENTIDO DE LA VIDA Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS

          


Texto finalista de la IV Olimpiada andaluza de filosofía. 
Redactado por Alba Serrano Päyer, alumna de 1º de Bachillerato, 
con la coordinación de su profesora de filosofía, María Isabel Molina Caba

            "La evolución exponencial y la convergencia de las nuevas tecnologías son un mecanismo evolutivo que transforma la identidad humana y que está creando en la actualidad una nueva humanidad, lo cual, no es ciencia ficción, ni el fin de la especie humana. De manera que, la preocupación por el sentido de la vida y  la aspiración  de  progreso  del ser  humano siempre será  vivir más y mejor, en una búsqueda continua de la felicidad, el conocimiento, la verdad y la sabiduría. En mi disertación voy a explicar de dónde viene este desarrollo tecnológico y a dónde nos puede y nos debe llevar.

            Desde los albores de la humanidad, el devenir de la especie humana comenzó con la hominización y la  humanización en un proceso biológico que, con ayuda de la técnica, la ciencia y la tecnología, nos ha llevado hasta el homo sapiens actual. Pero, la evolución de la especie humana no ha llegado a su fin, sino  que sigue su curso con la intervención  de las nuevas tecnologías en un proceso no biológico, que pasa por el  ciborg, hacia el transhumano y posteriormente, el posthumano. Por lo tanto, se podría decir que estamos en presencia de una nueva antropología  física, social, cultural y filosófica, cuyo fundamento es la superación de la  teoría sintética de la evolución del ser humano como consecuencia de la aplicación de las nuevas tecnologías. Por ello, y debido a que este proceso evolutivo es paulatino e inexorable, resulta urgente considerar una nueva ética de la responsabilidad humana sobre el uso y el abuso de las nuevas  tecnologías.

            Así pues, ¿qué quiere decir del australopithecus al ciborg? Se refiere a  la fusión del hombre y la tecnología en  una nueva evolución no biológica o tecnológica de la especie humana, es decir,  un híbrido entre el homo sapiens y la máquina. Hoy en día ya podemos decir que estamos en la era ciborgs o  del humano bionico, ya que convivimos con muchas personas, que  tienen toda clase de prótesis e implantes mecánicos o electrónicos, que pueden paliar cualquier deficiencia anatómica o fisiológica que posean, por ejemplo, los marcapasos, las válvulas, los microchips, las extremidades artificiales,  el interfaz humano-ordenador, etc.

            En consecuencia, ¿es la tecnología un mecanismo evolutivo?, no cabe duda que sí, dado  que  la evolución anatómica ha sido sobrepasada por las nuevas tecnologías, en particular por  la manipulación genética, la genómica, la biotecnología, la medicina etc., por ejemplo, hoy ya se pueden clonar animales, hacer plantas transgénicas, manipular genes,  diseñar nuevas especies, etc. Por  tanto, la evolución humana ha dejado de ser  un  procedimiento biológico puramente mecánico y al azar, toda vez que, con las nuevas tecnologías se puede diseñar  intencionalmente  una evolución humana no biológica. Así pues, la teoría clásica de Darwin, las leyes de la herencia genética de Mendel y el concepto de mutación han quedado superados por las nuevas tecnologías.
 
            En cuanto a la pregunta, ¿la tecnociencia está creando una nueva humanidad?, la respuesta es afirmativa, dado que  la cibernética, la biónica, la robótica, la microelectrónica, la bioinformática, la nanomedicina, las bioimpresoras 3D y la inteligencia artificial están transformando la anatomía y la fisiología del ser humano, por lo que, supone  un nuevo proceso evolutivo de hominización y humanización.

            Luego entonces, ¿qué significa ser humano en la civilización tecnológica?, significa que es pluridimensional, es decir, que tiene una nueva dimensión biológica, social y cultural. En relación a la dimensión biológica, el ser humano es fruto de un proceso evolutivo biológico de hominización, durante el cual, hemos tenido unos cambios anatómicos y fisiológicos, que se produjeron como consecuencia de la bipedestación, el crecimiento del cerebro, el desarrollo del aparato fonador y el retraso del desarrollo madurativo. Estos cambios posibilitaron un  proceso de humanización mediante la aparición de nuevas conductas, entre las que cabe destacar la fabricación de utensilios y armas  que exigían planificar, proyectar, diseñar y manipular  materiales con habilidad y destreza, buscando su utilidad, o sea, tal y como se produce hoy en día con las nuevas tecnologías, pero a un nivel extraordinariamente superior. El control  del fuego fue un hito crucial, pero uno de los rasgos específicamente humano  de la especie fue la comunicación por medio del lenguaje, tal y como hoy ocurre con  las telecomunicaciones, las redes sociales, internet y el desarrollo de la sociedad de la información y de la comunicación.

            Con respecto a la dimensión social y  cultural,  durante el proceso de humanización fueron apareciendo conductas que no estaban impresas en el ADN. Por tanto, no podemos quedarnos en el nivel puramente biológico o físico, ya que, sobre nuestra constitución natural edificamos la sociedad y la cultura  que es una especie de segunda naturaleza para el ser humano. Vivir en sociedad es tan consustancial al ser humano como sus rasgos anatómicos o fisiológicos. Así, la cultura es un proceso evolutivo semejante a la evolución natural. Sin embargo, la diferencia está en que la evolución biológica es al azar e inconsciente y  la evolución cultural es intencional y consciente,  tal y como ocurre  con las nuevas tecnologías,  que tienen un extraordinario poder de transformar y crear una nueva humanidad en cuanto a su naturaleza, cultura, sociedad e identidad humana. En otras palabras, ¿conservamos o diluimos nuestra identidad con las nuevas tecnologías?, evidentemente, las nuevas tecnologías están creando  y transformando  una nueva  identidad biológica, social y cultural del ser humano. Aun así, seguimos conservando  unos patrones,  unas estructuras inconscientes y unos universales culturales, que  caracterizan  a toda la humanidad. No obstante, nuestra identidad humana también  es dinámica, cambiante y contingente  al momento histórico, social, económico, tecnológico y cultural que nos toca vivir. Así,  de acuerdo con Michel Foucault “cada época histórica genera el modelo de persona que más le conviene”.
            Así pues, desde la ilustración,  la  identidad del ser humano  descansaba en dos pilares,  la  racionalidad y la idea de progreso, de tal forma que,  los filósofos de la  ilustración creían en el avance científico y tecnológico y en el progreso económico y social. Estas ideas generaron un optimismo sobre las posibilidades del ser humano. Igualmente, en el siglo XIX,  el positivismo, el marxismo y el vitalismo, también creían en el progreso de la humanidad, y defendían que el avance no lo debía liderar  el hombre, sino la ciencia y la tecnología. Sin embargo, Freud y Nietzsche defendían que lo irracional era más importante que lo racional y la idea de  progreso de la humanidad  se derrumbó, a principios del siglo XX, con la gran crisis militar y económica  que generó el holocausto con las dos bombas nucleares.

            El resultado  fue la pérdida del optimismo en la ciencia y la tecnología, junto a  una crisis sobre la  identidad humana, como no se había conocido otra igual. Entonces, nuevas  corrientes filosóficas  intentaron dar una respuesta a la pregunta por la identidad del  ser humano, entre ellas, el existencialismo, el estructuralismo y el personalismo. El existencialismo se preocupó de la libertad,  la responsabilidad humana, el sentido de la vida y la consciencia de la muerte, siendo su más destacado representante Jean Paul Sartre. En cuanto  a la responsabilidad humana, los deterministas negaban  la libertad del ser humano y su  responsabilidad. Los indeterministas, sí imputaban responsabilidad al ser humano, porque además de ser libres, somos seres racionales y debemos prever las consecuencias de nuestras acciones.

            Después de tanta destrucción e irracionalidad, el tema de la  consciencia de la muerte y la búsqueda del sentido de la vida cobraron especial relevancia, ya  que el ser humano era el único ser consciente de su propia muerte, lo cual  obligaba a dotar de sentido a nuestra existencia. Así, Heidegger  afirmaba que el sentido de la vida humana era su temporalidad. Viktor E. Frankl reflexionaba sobre el hombre en busca de sentido, después de haber sobrevivido en  un  campo de exterminio nazi, y  Hans Jonas  hacía la siguiente declaración: “Cinco años como soldado del ejército británico en la guerra contra Hitler. El estado apocalíptico de las cosas, la caída amenazadora del mundo, la proximidad de la muerte, todo esto fue terreno suficiente para propiciar una nueva reflexión sobre los fundamentos de nuestro ser”. Como consecuencia, propuso una nueva ética de la responsabilidad humana respecto al peligro que entraña el progreso tecnológico global y su utilización inadecuada. De esta manera,  al estilo del imperativo ético kantiano, afirmaba Jonas: “Actúa de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida auténtica. No pongas en peligro la continuidad indefinida de la humanidad en la tierra”.

            Por otra parte, el estructuralismo pretendía comprender la identidad del  ser humano mediante el análisis de la cultura y el  simbolismo, buscaba rasgos comunes, los patrones,  los símbolos y las estructuras inconscientes que se repiten y permanecen inalterables  en cada sociedad humana. En cuanto al personalismo  de Mounier, este giraba en torno al concepto de persona. Pero, ¿qué es persona?, ¿podrán los robots ser personas?, ¿puede vivir una máquina? Uno de los rasgos de la  persona es su dignidad y su valor incalculable, ya que  debe ser tratada con el máximo respeto y no  como un medio para conseguir un fin. En este caso, los robots al ser un medio para mejorar la calidad de vida del ser humano, no podrán ser considerados personas humanas, pero sí “personas no humanas”, con sus derechos y obligaciones, tal y como pretende Corea del Sur, que propone el debate sobre  los derechos universales de los robots y los androides.     Otra característica de la persona es la libertad y la historicidad en un momento histórico concreto; igualmente, el ser humano es persona en la  comunidad, donde comparte  su existencia hacia la trascendencia y la coexistencia. En otras palabras, los humanos mejorados, los androides, los robots  y los ciborgs deberíamos vivir en sociedad con libertad y dignidad.

En el último decenio del siglo XX, surgió un nuevo optimismo tecnocientífico  y otras corrientes de pensamiento, el transhumanismo y el posthumanismo, que proponen una nueva identidad humana  con la superación de la naturaleza biológica humana, en sus capacidades físicas y psíquicas, que supondrá una nueva especie humana, un paso del humano al posthumano. Además, en el año 2005 se publicó el libro “ La Singularidad está Cerca” de Raymond Kurzweil, afirmando que  la singularidad tecnológica  es el momento evolutivo de la humanidad en el que la inteligencia artificial iguala y supera a la inteligencia biológica de todos los seres humanos. Estas ideas son también defendidas por Vernon Vinge y Nick Bostrom, entre otros muchos. A propósito de la singularidad, surge la pregunta ¿puede pensar una máquina?  No cabe duda que sí, y la prueba está en el superordenador de IBM “Watson” que es capaz de pensar y procesar la información, además, ganó a los mejores jugadores del mundo en el concurso Jeopardy, e incluso, puede realizar un aprendizaje profundo, que retroalimenta su conocimiento con sus redes neuronales artificiales. En  contraposición a estas corrientes, se sitúan Stephen Hawking, Max Tegmark y Gordon Moore, que alertan de los peligros de las nuevas tecnologías y abogan por una ética que reconsidere los avances de las nuevas tecnologías a la luz de la nefasta experiencia del siglo XX.

            En  las últimas décadas del siglo XX y principios  del siglo XXI, nos encontramos en un momento crucial para la humanidad, porque tal y como afirma  la comunidad tecnocientifica, se  están produciendo simultáneamente varias revoluciones de las nuevas tecnologías  con una convergencia exponencial, que tienen  un potencial extraordinario de transformación de la civilización humana y de la vida en la  tierra, a saber: la manipulación genética, la genómica, la biotecnología, la nanotecnología,  la bioimpresora 3D de órganos, la bioingeniería, la biología sintética, las células madre, las terapias antienvejecimiento, el proyecto avatar, el conectoma y el proyecto cerebro humano, los superordenadores y la computación cuántica, la inteligencia artificial, los smartphones, la microelectrónica, las energías limpias, la carrera espacial, la robótica, la cibernética, la biónica…y un largo etcétera.

            Estas nuevas tecnologías, que más bien parecen ciencia ficción, son sin embargo hoy en día  una realidad. Así, en el 2013, Google, segunda sociedad del mundo en capitalización, invirtió $1,5 billones en su proyecto Calico, para combatir el envejecimiento, el alzheimer, el parkinson, el cáncer, etc. Su meta es prolongar la vida y mejorar la salud. También invierte varios billones de dólares en inteligencia artificial. Otros proyectos de Google son: el Proyecto Loon, para  acceso a internet en todo el mundo; las lentes de contacto con sensores biométricos; los vehículos autónomos; el proyecto Jaquard de ropa inteligente; el makani power,  para generar electricidad más eficiente, donde  la energía no llega... Además,  Microsoft también  desarrolla: la agricultura digital; el espacio de trabajo compartido; el almacenamiento de datos de ADN y la creación de ADN sintético; la holoportación de un modelo tridimensional; la computación urbana para el tráfico, el consumo energético y la contaminación. Asimismo, la inteligencia artificial se encuentra en todos los ámbitos de las nuevas tecnologías con múltiples aplicaciones, concretamente en la medicina, con el superordenador IBM Watson, un asistente médico comercializado en los hospitales para el  diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades. No en vano, la medicina es uno de los ámbitos que más sinergias tiene con las nuevas tecnologías NBIC, es decir, la nanotecnología, la biotecnología, la informática y las ciencias del conocimiento o del cerebro. Igualmente, la supercomputación cuántica es un hito extraordinario, que también es realidad, con el computador cuántico D-WAVE, que ha sido fabricado por una empresa canadiense en colaboración con la NASA y Google.

            Ante este panorama ¿cuál es nuestra inquietud? Las nuevas tecnologías con su evolución convergente y exponencial están creando una nueva identidad del ser humano y facilitando un nuevo desarrollo de la humanidad, además,  tienen como meta la superación de los límites del ser humano, es decir,  la lucha contra las enfermedades, el sufrimiento, la muerte, etc. Sin embargo, si los seres humanos explotamos la naturaleza y nos volvemos especuladores con la vida y con nuestra identidad humana ¿qué calidad de vida tendremos?, es más ¿será posible la vida? Porque la creación de riqueza es  deseable, pero puede tener efectos negativos por su desigual distribución y por la gran pérdida de puestos de trabajo que  ocuparan  los robots y la inteligencia artificial, además de los riesgos ecológicos, nucleares, químicos, genéticos… muchas veces intangibles y globales.   Por  tanto, si la tecnociencia no se aplica bien,  podría ser  un instrumento de dominio y transformación de la naturaleza y de la humanidad con efectos indeseables, por eso,  de ella debemos  esperar un avance en el control sostenible de la naturaleza y una mejora en la calidad de vida de la humanidad.

            En conclusión, resulta obvio que los avances tecnológicos permiten a la humanidad progresos irrenunciables, pero debemos tener en cuenta los precios a pagar y reflexionar si podemos evitar  los efectos negativos probables. De ahí que sea necesaria una bioética dialógica cuyas decisiones deben adoptarse teniendo en cuenta a todos los afectados por ellas. Igualmente es necesaria una ética de máximos, que ofrezca pautas para que ante cualquier situación de peligro para la humanidad y la naturaleza, sea posible decidir qué hacer y revertir la situación con la mayor diligencia, cautela y  responsabilidad posibles; así como, una ética crítica, deontológica y teleológica de la tecnociencia, cuyo fin sea preservar la aspiración  de  progreso del ser  humano en la consecución del ideal de vivir más y mejor  en una búsqueda continua de la felicidad, el conocimiento, la verdad y la sabiduría."