Texto finalista de la IV Olimpiada andaluza de filosofía.
Redactado por Alba Serrano Päyer, alumna de 1º de Bachillerato,
con la coordinación de su profesora de filosofía, María Isabel Molina Caba
"La
evolución exponencial y la convergencia de las nuevas tecnologías son un
mecanismo evolutivo que transforma la identidad humana y que está creando en la
actualidad una nueva humanidad, lo cual, no es ciencia ficción, ni el fin de la
especie humana. De manera que, la preocupación por el sentido de la vida y la aspiración
de progreso del ser
humano siempre será vivir más y
mejor, en una búsqueda continua de la felicidad, el conocimiento, la verdad y
la sabiduría. En mi disertación voy a explicar de dónde viene este desarrollo
tecnológico y a dónde nos puede y nos debe llevar.
Desde
los albores de la humanidad, el devenir de la especie humana comenzó con la
hominización y la humanización en un
proceso biológico que, con ayuda de la técnica, la ciencia y la tecnología, nos
ha llevado hasta el homo sapiens actual. Pero, la evolución de la especie
humana no ha llegado a su fin, sino que
sigue su curso con la intervención de
las nuevas tecnologías en un proceso no biológico, que pasa por el ciborg, hacia el transhumano y posteriormente,
el posthumano. Por lo tanto, se podría decir que estamos en presencia de una
nueva antropología física, social,
cultural y filosófica, cuyo fundamento es la superación de la teoría sintética de la evolución del ser
humano como consecuencia de la aplicación de las nuevas tecnologías. Por ello,
y debido a que este proceso evolutivo es paulatino e inexorable, resulta urgente
considerar una nueva ética de la responsabilidad humana sobre el uso y el abuso
de las nuevas tecnologías.
Así
pues, ¿qué quiere decir del australopithecus al ciborg? Se refiere a la fusión del hombre y la tecnología en una nueva evolución no biológica o
tecnológica de la especie humana, es decir, un híbrido entre el homo sapiens y la máquina.
Hoy en día ya podemos decir que estamos en la era ciborgs o del humano bionico, ya que convivimos con
muchas personas, que tienen toda clase
de prótesis e implantes mecánicos o electrónicos, que pueden paliar cualquier
deficiencia anatómica o fisiológica que posean, por ejemplo, los marcapasos, las
válvulas, los microchips, las extremidades artificiales, el interfaz humano-ordenador, etc.
En
consecuencia, ¿es la tecnología un mecanismo evolutivo?, no cabe duda que sí,
dado que
la evolución anatómica ha sido sobrepasada por las nuevas tecnologías,
en particular por la manipulación
genética, la genómica, la biotecnología, la medicina etc., por ejemplo, hoy ya
se pueden clonar animales, hacer plantas transgénicas, manipular genes, diseñar nuevas especies, etc. Por tanto, la evolución humana ha dejado de
ser un
procedimiento biológico puramente mecánico y al azar, toda vez que, con
las nuevas tecnologías se puede diseñar intencionalmente una evolución humana no biológica. Así pues,
la teoría clásica de Darwin, las leyes de la herencia genética de Mendel y el
concepto de mutación han quedado superados por las nuevas tecnologías.
En
cuanto a la pregunta, ¿la tecnociencia está creando una nueva humanidad?, la
respuesta es afirmativa, dado que la
cibernética, la biónica, la robótica, la microelectrónica, la bioinformática,
la nanomedicina, las bioimpresoras 3D y la inteligencia artificial están
transformando la anatomía y la fisiología del ser humano, por lo que, supone un nuevo proceso evolutivo de hominización y
humanización.
Luego
entonces, ¿qué significa ser humano en la civilización tecnológica?, significa
que es pluridimensional, es decir, que tiene una nueva dimensión biológica,
social y cultural. En relación a la dimensión biológica, el ser humano es fruto
de un proceso evolutivo biológico de hominización, durante el cual, hemos
tenido unos cambios anatómicos y fisiológicos, que se produjeron como
consecuencia de la bipedestación, el crecimiento del cerebro, el desarrollo del
aparato fonador y el retraso del desarrollo madurativo. Estos cambios
posibilitaron un proceso de humanización
mediante la aparición de nuevas conductas, entre las que cabe destacar la
fabricación de utensilios y armas que
exigían planificar, proyectar, diseñar y manipular materiales con habilidad y destreza, buscando
su utilidad, o sea, tal y como se produce hoy en día con las nuevas
tecnologías, pero a un nivel extraordinariamente superior. El control del fuego fue un hito crucial, pero uno de los
rasgos específicamente humano de la
especie fue la comunicación por medio del lenguaje, tal y como hoy ocurre con las telecomunicaciones, las redes sociales,
internet y el desarrollo de la sociedad de la información y de la comunicación.
Con
respecto a la dimensión social y cultural, durante el proceso de humanización fueron
apareciendo conductas que no estaban impresas en el ADN. Por tanto, no podemos
quedarnos en el nivel puramente biológico o físico, ya que, sobre nuestra
constitución natural edificamos la sociedad y la cultura que es una especie de segunda naturaleza para
el ser humano. Vivir en sociedad es tan consustancial al ser humano como sus
rasgos anatómicos o fisiológicos. Así, la cultura es un proceso evolutivo
semejante a la evolución natural. Sin embargo, la diferencia está en que la
evolución biológica es al azar e inconsciente y la evolución cultural es intencional y
consciente, tal y como ocurre con las nuevas tecnologías, que tienen un extraordinario poder de
transformar y crear una nueva humanidad en cuanto a su naturaleza, cultura,
sociedad e identidad humana. En otras palabras, ¿conservamos o diluimos nuestra
identidad con las nuevas tecnologías?, evidentemente, las nuevas tecnologías están
creando y transformando una nueva identidad biológica, social y cultural del ser
humano. Aun así, seguimos conservando unos patrones,
unas estructuras inconscientes y unos universales culturales, que caracterizan
a toda la humanidad. No obstante, nuestra identidad humana también es dinámica, cambiante y contingente al momento histórico, social, económico,
tecnológico y cultural que nos toca vivir. Así,
de acuerdo con Michel Foucault “cada época histórica genera el modelo de
persona que más le conviene”.
Así
pues, desde la ilustración, la identidad del ser humano descansaba en dos pilares, la racionalidad y la idea de progreso, de tal
forma que, los filósofos de la ilustración creían en el avance científico y
tecnológico y en el progreso económico y social. Estas ideas generaron un
optimismo sobre las posibilidades del ser humano. Igualmente, en el siglo XIX, el positivismo, el marxismo y el vitalismo,
también creían en el progreso de la humanidad, y defendían que el avance no lo debía
liderar el hombre, sino la ciencia y la
tecnología. Sin embargo, Freud y Nietzsche defendían que lo irracional era más
importante que lo racional y la idea de progreso
de la humanidad se derrumbó, a
principios del siglo XX, con la gran crisis militar y económica que generó el holocausto con las dos bombas
nucleares.
El
resultado fue la pérdida del optimismo
en la ciencia y la tecnología, junto a una crisis sobre la identidad humana, como no se había conocido
otra igual. Entonces, nuevas corrientes
filosóficas intentaron dar una respuesta
a la pregunta por la identidad del ser
humano, entre ellas, el existencialismo, el estructuralismo y el personalismo.
El existencialismo se preocupó de la libertad,
la responsabilidad humana, el sentido de la vida y la consciencia de la
muerte, siendo su más destacado representante Jean Paul Sartre. En cuanto a la responsabilidad humana, los deterministas
negaban la libertad del ser humano y su responsabilidad. Los indeterministas, sí imputaban
responsabilidad al ser humano, porque además de ser libres, somos seres
racionales y debemos prever las consecuencias de nuestras acciones.
Después
de tanta destrucción e irracionalidad, el tema de la consciencia de la muerte y la búsqueda del
sentido de la vida cobraron especial relevancia, ya que el ser humano era el único ser consciente de
su propia muerte, lo cual obligaba a
dotar de sentido a nuestra existencia. Así, Heidegger afirmaba que el sentido de la vida humana era
su temporalidad. Viktor E. Frankl reflexionaba sobre el hombre en busca de
sentido, después de haber sobrevivido en un
campo de exterminio nazi, y Hans
Jonas hacía la siguiente declaración: “Cinco
años como soldado del ejército británico en la guerra contra Hitler. El estado
apocalíptico de las cosas, la caída amenazadora del mundo, la proximidad de la
muerte, todo esto fue terreno suficiente para propiciar una nueva reflexión
sobre los fundamentos de nuestro ser”. Como consecuencia, propuso una nueva
ética de la responsabilidad humana respecto al peligro que entraña el progreso
tecnológico global y su utilización inadecuada. De esta manera, al estilo del imperativo ético kantiano,
afirmaba Jonas: “Actúa de tal modo que los efectos de tu acción sean
compatibles con la permanencia de una vida auténtica. No pongas en peligro la
continuidad indefinida de la humanidad en la tierra”.
Por
otra parte, el estructuralismo pretendía comprender la identidad del ser humano mediante el análisis de la cultura
y el simbolismo, buscaba rasgos comunes,
los patrones, los símbolos y las
estructuras inconscientes que se repiten y permanecen inalterables en cada sociedad humana. En cuanto al personalismo de Mounier, este giraba en torno al concepto
de persona. Pero, ¿qué es persona?, ¿podrán los robots ser personas?, ¿puede
vivir una máquina? Uno de los rasgos de la
persona es su dignidad y su valor incalculable, ya que debe ser tratada con el máximo respeto y
no como un medio para conseguir un fin.
En este caso, los robots al ser un medio para mejorar la calidad de vida del
ser humano, no podrán ser considerados personas humanas, pero sí “personas no
humanas”, con sus derechos y obligaciones, tal y como pretende Corea del Sur,
que propone el debate sobre los derechos
universales de los robots y los androides. Otra
característica de la persona es la libertad y la historicidad en un momento
histórico concreto; igualmente, el ser humano es persona en la comunidad, donde comparte su existencia hacia la trascendencia y la coexistencia.
En otras palabras, los humanos mejorados, los androides, los robots y los ciborgs deberíamos vivir en sociedad
con libertad y dignidad.
En el último decenio del siglo XX, surgió
un nuevo optimismo tecnocientífico y otras
corrientes de pensamiento, el transhumanismo y el posthumanismo, que proponen
una nueva identidad humana con la superación
de la naturaleza biológica humana, en sus capacidades físicas y psíquicas, que
supondrá una nueva especie humana, un paso del humano al posthumano. Además, en
el año 2005 se publicó el libro “ La Singularidad está Cerca” de Raymond
Kurzweil, afirmando que la singularidad
tecnológica es el momento evolutivo de
la humanidad en el que la inteligencia artificial iguala y supera a la
inteligencia biológica de todos los seres humanos. Estas ideas son también defendidas
por Vernon Vinge y Nick Bostrom, entre otros muchos. A propósito de la singularidad,
surge la pregunta ¿puede pensar una máquina?
No cabe duda que sí, y la prueba está en el superordenador de IBM “Watson”
que es capaz de pensar y procesar la información, además, ganó a los mejores
jugadores del mundo en el concurso Jeopardy, e incluso, puede realizar un
aprendizaje profundo, que retroalimenta su conocimiento con sus redes
neuronales artificiales. En
contraposición a estas corrientes, se sitúan Stephen Hawking, Max Tegmark
y Gordon Moore, que alertan de los peligros de las nuevas tecnologías y abogan
por una ética que reconsidere los avances de las nuevas tecnologías a la luz de
la nefasta experiencia del siglo XX.
En
las últimas décadas del siglo XX y principios
del siglo XXI, nos encontramos en un momento
crucial para la humanidad, porque tal y como afirma la comunidad tecnocientifica, se están produciendo simultáneamente varias
revoluciones de las nuevas tecnologías
con una convergencia exponencial, que tienen un potencial extraordinario de transformación
de la civilización humana y de la vida en la tierra,
a saber: la manipulación genética, la genómica, la biotecnología, la
nanotecnología, la bioimpresora 3D de
órganos, la bioingeniería, la biología sintética, las células madre, las
terapias antienvejecimiento, el proyecto avatar, el conectoma y el proyecto cerebro
humano, los superordenadores y la computación cuántica, la inteligencia
artificial, los smartphones, la microelectrónica, las energías limpias, la
carrera espacial, la robótica, la cibernética, la biónica…y un largo etcétera.
Estas
nuevas tecnologías, que más bien parecen ciencia ficción, son sin embargo hoy
en día una realidad. Así, en el 2013, Google,
segunda sociedad del mundo en capitalización, invirtió $1,5 billones en su proyecto
Calico, para combatir el envejecimiento, el alzheimer, el parkinson, el cáncer,
etc. Su meta es prolongar la vida y mejorar la salud. También invierte varios
billones de dólares en inteligencia artificial. Otros proyectos de Google son: el
Proyecto Loon, para acceso a internet en
todo el mundo; las lentes de contacto con sensores biométricos; los vehículos
autónomos; el proyecto Jaquard de ropa inteligente; el makani power, para generar electricidad más eficiente, donde la energía no llega... Además, Microsoft también desarrolla: la agricultura digital; el
espacio de trabajo compartido; el almacenamiento de datos de ADN y la creación
de ADN sintético; la holoportación de un modelo tridimensional; la computación
urbana para el tráfico, el consumo energético y la contaminación. Asimismo, la
inteligencia artificial se encuentra en todos los ámbitos de las nuevas
tecnologías con múltiples aplicaciones, concretamente en la medicina, con el
superordenador IBM Watson, un asistente médico comercializado en los hospitales
para el diagnóstico y el tratamiento de
las enfermedades. No en vano, la medicina es uno de los ámbitos que más
sinergias tiene con las nuevas tecnologías NBIC, es decir, la nanotecnología,
la biotecnología, la informática y las ciencias del conocimiento o del cerebro.
Igualmente, la supercomputación cuántica es un hito extraordinario, que también
es realidad, con el computador cuántico D-WAVE, que ha sido fabricado por una
empresa canadiense en colaboración con la NASA y Google.
Ante
este panorama ¿cuál es nuestra inquietud? Las nuevas tecnologías con su
evolución convergente y exponencial están creando una nueva identidad del ser
humano y facilitando un nuevo desarrollo de la humanidad, además, tienen como meta la superación de los límites
del ser humano, es decir, la lucha
contra las enfermedades, el sufrimiento, la muerte, etc. Sin embargo, si
los seres humanos explotamos la naturaleza y nos volvemos especuladores con la
vida y con nuestra identidad humana ¿qué calidad de vida tendremos?, es más
¿será posible la vida? Porque la creación de riqueza es deseable, pero puede tener efectos negativos
por su desigual distribución y por la gran pérdida de puestos de trabajo que ocuparan
los robots y la inteligencia artificial, además de los riesgos
ecológicos, nucleares, químicos, genéticos… muchas veces intangibles y globales. Por
tanto, si la tecnociencia no se aplica
bien, podría ser un instrumento de dominio y transformación de
la naturaleza y de la humanidad con efectos indeseables, por eso, de ella debemos esperar un avance en el control sostenible de
la naturaleza y una mejora en la calidad de vida de la humanidad.
En
conclusión, resulta obvio que los avances tecnológicos permiten a la humanidad
progresos irrenunciables, pero debemos tener en cuenta los precios a pagar y
reflexionar si podemos evitar los
efectos negativos probables. De ahí que sea necesaria una bioética dialógica
cuyas decisiones deben adoptarse teniendo en cuenta a todos los afectados por
ellas. Igualmente es necesaria una ética de máximos, que ofrezca pautas para
que ante cualquier situación de peligro para la humanidad y la naturaleza, sea
posible decidir qué hacer y revertir la situación con la mayor diligencia,
cautela y responsabilidad posibles; así
como, una ética crítica, deontológica y teleológica de la tecnociencia, cuyo
fin sea preservar la aspiración de progreso del ser humano en la consecución del ideal de vivir
más y mejor en una búsqueda continua de
la felicidad, el conocimiento, la verdad y la sabiduría."